La transformación digital de las empresas ya no es una imagen de un futuro lejano en la que proyectarse, sino que es nuestro presente más inmediato. Hoy en día, una empresa que, o bien no disponga de presencia en el medio virtual y de una correcta gestión en redes sociales, o bien no esté adaptada a las nuevas tecnologías, corre el riesgo inmediato de quedarse obsoleta y de que la competencia tome la delantera de forma irremisible. Las nuevas generaciones, las destinadas a renovar año tras año el panorama laboral, han crecido inmersas en el cambio tecnológico y para ellas no representará un desafío adaptarse a los nuevos modelos de empresa; así pues, el reto se encuentra más bien en empresas tradicionales que han ido observando los cambios de los últimos años y que deben asimilar su adaptación para para poder sobrevivir.
No es nada nuevo que los hábitos de consumo han ido cambiando; la compra-venta on line ha pasado de tener un peso marginal a ser el modelo de un futuro en el que ya estamos inmersos. El número de personas que no dudan a la hora de realizar sus compras a través de ordenadores, tablets o smartphones se incrementa día a día, y las empresas deben encontrar nuevas formas de acceder a sus targets de forma efectiva para sus negocios. Eso en cuanto a la innovación en cuanto a la relación con el consumidor; sin embargo, las empresas también deben asumir cambios orgánicos en su propia organización y modos de trabajo.
Son muchos los aspectos de los que puede depender la transformación digital de una empresa, y cada una debe emprender dicha vía de forma que mejor se adapte a sus necesidades. Variables como la inversión en innovación, la adaptación de las dinámicas corporativas a las ventajas de un entorno digital, la optimización de los servicios web a todo tipo de dispositivos, la inclusión de tecnologías que puedan representar una mejora en la gestión del tiempo y la eficacia de los servicios… Todo esas y otras consideraciones implican, además, la previsión del desembolso económico que pueda suponer toda esa mejora de las infraestructuras y/o del entorno digital.
Y es que la transformación y adaptación de una empresa a un entorno digital significa, en muchos casos, una reinvención. Nuevas dinámicas de trabajo y todo un reciclaje de conocimientos, que tanto a corto como a largo plazo nos acabarán reportando ventajas de gran valor, como por ejemplo:
– La capacidad de poder monitorizar la producción y, al mismo tiempo, su análisis para poder implementar y mejorar cada proceso.
– Una mayor automatización de los procesos que permita mejorar la gestión del tiempo. Existen un gran número de herramientas que se pueden emplear para agilizar las mecánicas laborales.
– La creación de un entorno laboral más comunicativo gracias a las diversas herramientas digitales. Además de lograr una mayor interrelación, facilita enormemente la posibilidad de aumentar la red de empleados alrededor del globo; la transformación digital también facilita la expansión y su control.
– Potenciar la presencia online para trabajar, mejorar y expandir la imagen de marca y, al mismo tiempo, para obtener una mayor comprensión de nuestro público objetivo. Entender al cliente y sus necesidades es la forma más sencilla de poder ofrecerles servicios y productos atrayentes.
– Dar paso a un formación continua, más rápida y accesible. La existencia de gran cantidad de tutoriales y cursos online facilitan que los conocimientos de la plantilla se reciclen de forma flexible y agilizada.
– La digitalización de buena parte de la información también permite acceder a un gran banco de recursos que aporte datos de todo tipo a las empresas.
– Incluir herramientas que mejoren la comunicación con el cliente. Por ejemplo, incorporar un chatbot (un programa capaz de emular la conversión) a determinados modelos de negocio puede incrementar la satisfacción del cliente al poder ser atendido en cualquier momento.
En definitiva, esta transformación es algo que, tarde o temprano, tendrán que acabar afrontando todas las empresas, incluidas las pymes, que quizás son las que encuentren más dificultades a la hora de ejecutar dicha renovación, pero cuya inserción en dicho entorno es vital para su subsistencia. La renovación, se lleve como se lleve a cabo, empleando periodos de adaptación más reducidos o más extendidos en el tiempo es, al fin y al cabo, la manera de evolucionar y de tomar partido de los cambios que nos traen los nuevos tiempos. A partir de ahí, la importancia recaerá en potenciar los cambios y que la inversión llevada a cabo mejore el modelo de empresa hasta llevarla allí donde quiera.